Méritos y deméritos

Un motto de la apoliticidad contemporánea es el reclamo de un gobierno presidido por la eficiencia en la gestión, una deriva tecnocrática que es aplaudida por su neutralidad y, en un salto mortale conceptual, por su justicia y por su racionalidad. Por supuesto, una tecnocracia es una dictadura como cualquier otra, un totalitarismo burocrático de apariencia cientificista, una aristocracia apenas disfrazada: el nivel de corte en la tecnocracia se efectúa en un paso previo al del ejercicio político, puesto que se juega en el ámbito de lo socioeconómico y cultural, como pasa en cualquier meritocracia, porque las diferencias en el rendimiento mucho tienen que ver con la formación y con el grado de hundimiento en las aguas de lo socioeconómico. La aristocracia meritocrática establece el punto de corte y el baremo, de manera que la clase dominante determina el criterio de excelencia, al que además se sobreimpone la idea de que «quien no llega es porque no se lo merece». Entonces, el credo del estado del bienestar (a cada cual según su necesidad) se convierte en el credo del darwinismo social y el liberalismo a ultranza (que cada cual se busque la vida), con su sempiterna reclamación de la libertad individual y el determinismo del trabajo duro y la voluntad despiadada.

Quien tanto reclama las virtudes de este orden tecno-meritocrático olvida que esto nada tiene de racional. Porque la razón es cualquier cosa menos imparcial, neutral, apolítica: los logros de la Ilustración y los axiomas y principios políticos que fue capaz de articular son una conquista del intelecto humano, un triunfo de la razón ni un punto menor a la física newtoniana, el descubrimiento de la doble hélice o la geometría euclídea. A la razón no le da lo mismo que dos más dos sea igual a cuatro o que sea igual a cinco: la razón jamás permitirá (dentro del universo de discurso pertinente) que dos más dos sea igual a otra cosa que a cuatro. Y, por el mismo motivo, a la razón no le da igual república que despotismo, ciudadano que esclavo, estado de derecho que mercado.